Como me han escuchado a lo largo de los últimos programas, no soy una persona que entiende mucho de futbol. Comenzó el mundial y todos se empezaron a volver locos, empezaron las especulaciones de quien podría llegar a la final, quien sería la decepción y demás. Obviamente que en los corazones y en las mentes de los argentinos la ilusión de traer la copa era mucho más fuerte, para mí era lo mismo. No entiendo de futbol así que no entendía porque tanto emoción por una copa del mundo. Ya al comienzo de los primeros partidos, mi selección no tenía mi apoyo. No me pregunten porque pero no quería que llegue ni a la final, no soy amante del futbol, nunca lo fui y es porque no lo entiendo.
Pero debo admitir algo, y es que después de verlos a ellos, a los once, que entraban a la cancha cada partido, con esa pasión, poniendo huevos, para darnos una alegría me empecé a enganchar. Pasados los octavos mi fanatismo por esta selección crecía y crecía. Las alegrías que me dieron nunca pensé sentirlas por este deporte. Saber que nuestro arquero venia de mi tierra colorada y verlo sacar las pelotas y defender el arco de esa manera me llenaba de orgullo, tanto así que del alma me salía: “Vamos Romero carajo, misionero tenías que ser.” Cada uno lo dejo todo, y eso se sintió en cada partido. Como fueron evolucionando y creciendo se notó. Los argentinos tenemos sangre caliente, salimos y la rompemos.
Para los cuartos de final, me enamore perdidamente de este mundial, y no voy a dejar pasar oportunidad para agradecer a quien lo hizo posible. Mascherano, mi ídolo y el ídolo de todo un país. El capitán sin cinta como muchos lo llaman. Fue el aliento dentro y fuera de la cancha. En la semi final, verlo dándole fuerza a sus compañeros y la gran frase al “chiquito”: – hoy te convertís en héroe- , te demostraba de que estaba hecho, de pasión, de humildad y con hambre de gloria.
Cuantas críticas a Sabella se escuchó por los jugadores convocados, y como el técnico cerro la boca de medio país con lo que demostraron esos jugadores en la cancha. Repito: lo dejaron todo.
Imposible que no se te caiga una lagrima en la final. Jugamos de igual a igual. La peleamos, le hicimos frente a la mejor selección, solo nos faltó una pisca de suerte. Tuvimos un mal árbitro que no estuvo a la altura de una final del mundo. Ver los rostros de los jugadores en la cancha al finalizar el partido, esperando la medalla de plata te erizaba la piel. Verlos llorar como niños te partía el alma. El dolor y la tristeza se sintió en todo el mundo. Cada argentino repartido en distintos lugares lo lloró. Esa copa era nuestra.
Ahora los brasileros nos cantan a nosotros: “Decime qué se siente?” Pues yo tengo la respuesta a esa pregunta, se siente orgullo. Orgullo por una selección que no bajo los brazos, que la peleo, que dejo todo. Nos patearon, nos golpear, pero nos levantamos y seguimos jugando. Quizás no tengamos la copa en casa, pero somos CAMPEONES igual!
Gracias Argentina, gracias selección por enseñarme lo que se siente amar el futbol.
Besitos para todos!!
Atte.: Flor “la misionera”.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario